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GIGANTES VOLADORES por JULIO ALTAN


GIGANTES VOLADORES

Rogelio ya días que estaba enojón, malhumorado y con un carácter que no se aguantaba ni él mismo, a veces se sentía triste porque pensaba que la vida no le sonreía de la forma en que se lo  merecía.

Estudió  hasta sacar su tercer grado de educación básica en el instituto de la cabecera departamental. Todos los días se levantaba a las cuatro de la madrugada para ayudar a su padre en los quehaceres del campo, para luego tomar el autobús que lo transportaba hasta su centro de estudios a eso de las seis y media de la mañana.

 

Regresaba pasada las dos de la tarde para nuevamente ayudar a su papa, cenaba y a la luz de un foco que apenas alumbraba se ponía a estudiar y realizar sus tareas. 

Conforme ahondaba en sus estudios más reacio se portaba en cuanto a todas las tradiciones de su pueblo, esto a veces lo dejaba en la disyuntiva de creer o no creer en todas estas cosas, su orgullo también iba en aumento pues en esos días eran muy pocos los que lograban llegar a estudiar la educación primaria, no digamos llegar a los tres años de educación básica.

 El valle donde se asentaba su lugar de origen y su casa es una vasta planicie en la entrada al altiplano del país donde el viento y el frio de fin de año se sentía con singular intensidad, lo pintoresco del lugar radicaba en una casa por acá y otra por allá y entre casa y casa bastante terreno de por medio sembrado del sagrado maíz, fuente de toda riqueza, salud y adorado por nuestros antepasados.

Agustina, una joven de un par de años menos que Rogelio vivía como a 3 o 4 leguas en dirección al occidente, hacia una montaña que se veía en la lejanía, por lo regular encontraba a Rogelio cuando regresaba de lavar en el río la ropa de su familia.  Ambos se llevaban muy bien, Agustina siempre le dejaba una taza de café y unas tortillas con frijoles y carne seca para que se desayunara, cuando regresaba a casa le tocaba moler el maíz en la piedra para la preparación de la masa de las tortillas.

 

 Agustina no había tenido la suerte que la enviaran a estudiar más allá de su tercer grado de educación primaria pero era de muy buenos modales y costumbre; acostumbrada a los quehaceres de la casa, todos los días la dejaba bien ordenada y limpia para cuando su padre llegara de las labores campestres.

Por esa época no había muchas cosas que hacer fuera de las siembra, la tocada de guitarras y las bebidas embriagantes, una o dos veces por semana.

 Rogelio y Agustina se encontraban en un punto medio entre sus casas: La iglesia del pueblo, ambos se encontraban a eso de las siete de la noche y se despedían al rondar las nueve.  Durante ese tiempo ambos reían, se contaban todo acerca de sus sueños, de sus ilusiones y Rogelio aprovechaba para enseñarle todo lo que aprendía, a esa edad sus pensamientos y emociones se alborotaban tanto que el sentimiento que ya existía entre ellos, llego a crecer tanto que durante ese año era imprescindible verse casi todos los días aunque fuera un momento.

Cerca de la iglesia, se encontraba el cementerio, un lugar apacible y silencioso donde solamente el susurro del viento, a través de los arboles era lo que se escuchaba.

El frio hacia que tuvieran que estar lo más junto posible para sentir la tibieza de cada quien.

A Agustina no le gustaba mucho entrar al cementerio, porque le decía a Rogelio que los espíritus malignos podrían apoderarse de ellos; de llevarse sus almas o dejarlos completamente locos, le contaba las historias que escuchaba de sus madre y de su abuela, que en paz descansen, acerca de la llorona, del cadejo, del duende y un sinfín de historia que luego de oírlas Rogelio se echaba a reír diciéndole que esas eran solamente historias para asustar a niños y personas ignorantes, Agustina se enojaba pero aún así se mantenían juntos y llegada la hora cada quien se dirigía a su casa para poder dormir y tal vez para soñar el uno con el otro y quizás encontrase en ese enigmático mundo de los sueños.

La belleza de Agustina no pasaba desapercibida para ningún hombre del pueblo y sus alrededores y era acosada por muchos de ellos para que correspondiera a sus intenciones de enamorarla pero ella no les hacía caso, su corazón estaba todo el tiempo latiendo por alguien que se encontraba a 4 leguas de distancia: Rogelio.

Mariano era aproximadamente de la edad de Rogelio y tampoco a él le era indiferente Agustina, trataba por todos los medios de conquistarla, le llevaba todo cuanto estuviese a su alcance para agradarla sin embargo

 Agustina no aceptaba sus obsequios ni sus cortejos, era cuando Mariano se enfurecía y sus palabras cambiaban no solamente de tono sino de significado, le hablaba mal de Rogelio, le decía improperios de este y se negaba a pensar que él fuera el dueño del corazón de Agustina. 

Orgulloso, desidioso y altanero además de imprudente y belicoso era Mariano que en varias ocasiones se cruzo en el camino de Rogelio para amedrentarlo, para intimidarlo y para buscarle pelea, llego a tal punto que en una ocasión lo insulto, Rogelio era todo lo contrario pero esa vez no pudo contenerse ante tantos atropellos y más aún, a escuchar que los insultos ya no eran solamente para él sino también para Agustina, Rogelio se dio la vuelta y le propino varios golpes en el rostro, este se levanto indómito pero nuevamente encontró los puños de su contrincante, ambos desenvainaron sus machetes para el inevitable combate, personas que pasaban por ese desolado lugar, personas que venían de refrescarse en el rio observaron los acontecimiento e intervinieron cuando vieron que la pelea podría desembocar en una tragedia, los separaron y cada quien se fue para su casa, en ese momento la semilla del odio había encontrado tierra fértil en el corazón de Mariano.

Mariano se hacía respetar a base de fuerza y no le caía muy bien que digamos a la mayoría de los pobladores pero tenía un grupo de amigos que se volvieron sus incondicionales pues Mariano era de una posición económica bastante estable, los invitaba a beber, les prestaba caballos para largas jornadas de viaje, era un grupo de muchachos caprichosos y peleoneros. Mariano era también, muy mal educado en su casa y constantemente peleaba con su padre, con sus hermanos y por esos días amenazaba con irse de la casa si no cumplían sus deseos.

La pobre Agustina no hallaba cómo hacer para ya no ser molestada, para que la dejara en paz.  En varias ocasiones, este, intentaba besarla a la fuerza respondiéndole ella con una bofetada, aireándolo aún más, ella no le contaba a Rogelio para evitar confrontaciones posteriores porque sabía perfectamente que de enterarse Rogelio lo iría a buscar.

Mariano le enviaba constantemente regalos que ella devolvía, la invitaba a salir pero ella se negaba, desatando su furia, a veces los iba a buscar al cementerio donde se daba la cita amorosa de casi todos los días.

Se escondía entre las tumbas y hacia extraños ruidos para asustarlos. En más de una ocasión Rogelio desenvainaba su machete para enfrentar al espíritu o lo que fuera que emitía esos aullidos, esos gritos, esas extrañas exclamaciones, era cuando Agustina se acercaba más a Rogelio y terminaban fundidos en un abrazo y besos que lo enfurecían más.

 

Mariano escondido observaba sus reacciones, los sustos se volvieron tan rutinarios que ya ni caso le hacían, al escucharlos se reían de ellos y los llamaban para que dieran la cara porque ahora eran los vivos los que se burlaban de los supuestos muertos que intentaban echarlos del pueblo de tumbas donde se juraban amor eterno. 

 

Mariano los intento asustar por mucho tiempo hasta que una noche cayo, sin darse cuenta en un agujero que sería una tumba al día siguiente, al caer se doblo el pie, ahora los gritos que emitía eran genuinos y de mucho dolor, la pareja de enamorados al escucharlos percibieron algo diferente en ellos, se pusieron de pie súbitamente y comenzaron a caminar tomados de la mano fuertemente para no separarse, ahora ambos temblaban no solamente de frio sino también de miedo, lograron definir de que dirección venían esos gritos y siguieron caminando hasta dar con el punto de origen de tan macabros gritos, Agustina se detuvo de súbito para no continuar.

Rogelio la convido a que continuara, vieron varias torretas de nichos donde descansaban varios miembros de una familia, luego otra tumba en el suelo y más nichos y al llegar a unos árboles escucharon de donde provenían esos aullidos, se acercaron con cautela y tomaron un palo cada uno, se acercaron más y más.

Cuando estaban en el borde de la tumba vieron a Mariano que se retorcía del dolor, al principio no lo habían reconocido pero al identificarlo plenamente se echaron a reír a carcajadas enojándolo tremendamente, lo sacaron y lo llevaron a que Doña Juana lo curara y le diera una buena sobada en el tobillo, haciéndolo gritar tan secamente que ahora si se parecían más a gritos que provenían de las almas en pena que dicen deambulan por el cementerio.

No volvieron a escuchar más ruidos que el buh de alguna lechuza, el quebrar de la hojarasca al paso de algún roedor que huye de su verdugo y las exclamaciones del viento que suenan como a algún pedido del más allá.

 Mariano se repuso luego de algún tiempo de soportar las sobadas de Doña Juana, y cuando estuvo repuesto sentía que debía vengarse de alguna manera, de la pareja que lo dejo en ridículo ante su familia, ante sus amigos y ante toda la población.

Su rencor crecía y no hallaba la forma de vengarse, a veces intentaba olvidarlo todo y se iba en largas jornada a caballo a visitar a amigos o parientes a pueblos lejanos, pero cuando volvía también volvía ese sinsabor.

En una ocasión invito a sus amigos a  una carrera de caballos cerca de la quebrada, pero era un terreno tan peligroso que todo desistieron de realizarla; esto lo encabrito bastante decidiendo hacer el recorrido él solo, tomo uno de los caballos y en desenfrenada carrera se encaminó hacia la quebrada donde un tragedia lo esperaba: Tanto él como su caballo cayeron por el precipicio perdiendo la vida. 

Sus amigos fueron a dar aviso a las personas del pueblo y su familia, todo el mundo llegó para ayudar a sacarlos de la quebrada incluyendo Rogelio y Agustina que al final de cuenta no le guardaban rencor y menos en esos momentos. 

 

El día del entierro de Mariano, todo mundo llego a darle el último adiós, sus amigos estaban tristes y melancólicos por la partida de su amigo.

Los días pasan y la pareja de enamorados continúan en sus románticas noches de estrellas y luz de luna, de hojarasca quebrada y sonidos que el viento trae ya sea desde lejanas tierras o de lejanos mundos. 

Sus noches pasan entre embelesos y besos, entre caricias y promesas, sus citas se siguen dando, ya sea en el atrio de la iglesia o entre las tumbas de los que ya partieron. 

Una noche, en cuanto se dieron el beso de llegada, escucharon un grito desgarrador e inmediatamente la piel se les erizo. Era muy parecido a los aullidos que Mariano utilizaba para asustarlos cuando estaba en vida; pero este grito lo escuchaban con un eco muy pronunciado, como si viniera de un lugar muy lejano. Como si viniera de otro mundo e inmediatamente escucharon pisadas que quiebran ramas secas.

Los gritos continuaron escuchándose, mientras ellos corrieron hacia el atrio de la iglesia, el párroco también escucho esos extraños sonidos, persignándose inmediatamente.  

Al cabo de unos segundos, todo volvió a la calma; pero tanto Rogelio como Agustina, tenían miedo de caminar hasta sus casas, permitiéndoles el padre que pasaran la noche en la iglesia. 

 

Al día siguiente, ya de mañana cada quien se fue a su casa a contar lo sucedido. Todos se santiguaron, para pedir que no fuera a suceder nada malo en la población; o que esto no fuera mal augurio para sus siembras.

 Tanto en la casa de Rogelio como de Agustina sucedían cosas inexplicables, vasos que caen al suelo sin saber porque, puertas que se cierran, ruido de pisadas por varias partes de la casa, ruidos en las tejas como si alguien anduviera caminando por el techo de la casa.

En la iglesia también sucedían las mismas cosas extrañas, sin que nadie pudiera dar lógica explicación. 

 Al día siguiente, sucedían estas mismas cosas en otras casas del pueblo.  Muchas veces, todos estos extraños eventos sucedían simultáneamente, todos rezaban y rezaban, porque pensaban que alguna alma en pena o algún espíritu maligno estuviera detrás de lo sucedido.   

Las siembras comenzaron a sentir el peso de esta calamidad, pues la milpa comenzaba a morir lentamente y nadie sabía el porqué. 

Todos comenzaron a pensar, que el alma de Mariano aun andaba rondando por el pueblo, tratando de impedir que Rogelio y Agustina pudieran concretar su amor.

Estando esta suposición, basada que en la casa de la familia de Mariano no sucedía nada; la milpa estaba sana y el color amarillento de las hojas que denota su mal estado no se observaba en esa parcela.  

Todos comenzaron a pedir la intervención divina por medio de misas, de altares y de procesiones para que el alma de Mariano y de todos los espíritus que se habían dado a la tarea de atormentar a la población, pudieran descansar en paz y que todo volviera a la normalidad.   

Muchos fueron los días en que el embrujamiento del pueblo y sus alrededores amargaba la vida de sus pobladores, tanto así que varias personas se marcharon a otras localidades, el padre envió varios mensajes a sus superiores en la capital, para poder recibir instrucciones, para que terminara tal sufrimiento. 

El primero de noviembre se acercaba, decidiendo el padre realizar una misa y orar para que estas almas en pena, pudieran por fin encontrar el camino hacia donde les corresponda ir. 

Ese día en vez de disminuir, aumentaron los eventos, el viento soplada con mucha intensidad, el frio era intenso y espesas nubes grises ocultaban al sol, estando todos los habitantes del pueblo reunidos en la iglesia al borde de la histeria y viendo como fuera de ella,  objetos volaban o flotaban como si alguien los llevara cargando…..  

De repente, escucharon un sonido diferente, un sonido agradable dentro de todo ese ruido provocado por los espíritus.

Observaron que un niño de unos 5 o 6 años, caminaba plácidamente frente a la iglesia,  venía jugando con un papel, lo arrugaba todo para luego intentar volverlo a su estado natural y al no lograrlo lo volvía a intentar, pero lo más curioso es que pareciera estar inmune a todo lo que los espíritus hacían.

 Inmediatamente lo llevaron a la iglesia y dejaron que continuara jugando con su papel, increíblemente en la iglesia se dejo de sentir esas perturbadoras presencias, los objetos dejaron de caer y se sentía una increíble paz.

 Todos observaban incrédulos lo que sucedía. El niño dejó de jugar con el papel y comenzaron nuevamente todas las alteraciones, todos se observaron los rostros intuyendo lo que debían de hacer para terminar con la maldición.

Llevaron todo el papel que encontraron y varios de estos papeles salieron volando de la iglesia debido al intenso viento, algunos quedaron atrapados y en su intento de continuar según la dirección del viento, se encogían y se retorcían provocando un sonido parecido a un tableteo y un sutil rechinido, también observaron que los papeles de colores eran los que más rápido detenían las acciones de estos malos espíritus.

Rápidamente acordaron ir todos a sus casas y traer el papel que tuvieran y mejor si era de colores. También llevarían resina para poder pegar unos con otros.

Se reunieron todos en el cementerio y comenzaron con su tarea logrando rápidamente pegar bastantes papeles que más parecían sabanas, el viento las doblada fuertemente y en ese doblar y desdoblar emitía el salvador sonido, no contaban con mucho papel como para poder hacer muchas de estas sabanas salvadoras decidiendo que lo mejor sería pasarlos de mano en mano por todo el cementerio y por todo el pueblo para alejarlos; pero las sabanas papelescas se rasgaban, dejando de cumplir con su cometido hasta que alguien tuvo la idea de ponerle una cuerda y que este pudiera volar; para que así el sonido ahuyentador de su tableteo y el color penetrante fueran observados desde todos los puntos aledaños y todas las animas se fueran dejando al pueblo en paz, todo el día duro tan titánica batalla logrando limpiar la región de fantasmas obsesionados con la venganza.

Llegada la noche, todo estaba en completa paz.  A la mañana siguiente vieron como a las milpas les llegaba nuevamente su halito de vida.

Esta paz fue relativa pues al cabo de un tiempo, una año para ser exacto comenzaron nuevamente los eventos; pero ahora los pobladores sabían cuál era la forma de enfrentarlo y ya sin aspavientos volvieron a recolectar papel y varas de castilla, porque ahora harían una armazón para que resistieran más el fuerte viento y permanecer por largo tiempo en el aire sin sufrir daños.    Después vieron que caían abruptamente, porque les faltaba estabilidad. Le agregaron una larga cola para poder estabilizarlos en el aire para que pudieran volar por un tiempo indefinible. Comenzaron a darles diferentes formas pero todas eran romboides y poco a poco fueron agrandándolos tanto que llegaron a medir más de 20 metros de diámetro.

Desde ese entonces los pobladores se reúnen cada año para fabricar estos gigantes barriletes para que surquen los vientos y desde las alturas ahuyente a los espíritus dañinos, para que resguarden a la región de todo mal y sus cultivos sean prósperos y la bonanza reine en la región.

Rogelio y Agustina se casaron tres años después de que comenzaron los hechos, dejaron la comarca para irse a vivir a la capital pero cada año regresan a su natal tierra para ayudar a fabricar los enormes gigantes voladores que mantienen la paz espiritual de todos sus pobladores.

NUEVA GUATEMALA DE LA ASUNCION

OCTUBRE 2012

Julio Altan




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